Muchos problemas dentro de la tiroides pueden derivar en cambios en el peso y ritmo cardíaco, por lo que conocerla puede ayudar a prevenir futuras enfermedades. La tiroides es una glándula con forma de escudo que se ubica debajo de la manzana de Adán en la parte posterior del cuello, etimológicamente esta proviene del griego thyreos y eidos, significa forma de escudo.
Esta es la encargada de regular una gran diversidad de complejos procesos dentro del cuerpo humano, entre ellos la quema de calorías y el ritmo de nuestro corazón. Es por ello que cualquier problema derivado de la tiroides puede derivar en un aumento o disminución de peso, así como problemas cardíacos.
Similar a muchos de los padecimientos existentes dentro del cuerpo humano, es importante reconocer que los problemas dentro de la tiroides están fuertemente ligados a un factor genético, por lo que conocer el historial médico de padres y abuelos puede ayudar a prevenir futuras complicaciones.
Dentro de los principales problemas que podrían presentarse dentro de esta glándula se pueden encontrar:
● Bocio (Agrandamiento de la tiroides) ● Hipertiroidismo ● Hipotiroidismo ● Cáncer de tiroides ● Nódulos ● Tiroiditis
Las complicaciones más comunes de la tiroides son el hipertiroidismo y el hipotiroidismo. El primero es la producción excesiva de hormona tiroidea, lo que deriva en una pérdida de peso nerviosismo excesivo, Insomnio, palpitaciones y cansancio inexplicable; y por otro lado el último genera un efecto contrario, es decir que se produce menor cantidad de hormona de la que el cuerpo necesita, lo que causa fatiga, sensibilidad al frío, aumento de peso e hinchazón en la cara.
En ambos casos es necesario reconocer los síntomas y hablarlo con un especialista para tener una respuesta concreta. Los exámenes a realizarse para detectar anormalidades en la tiroides incluyen: ● Prueba de la TSH ● Pruebas de T4 ● Prueba de T3
● Pruebas de anticuerpos tiroideos ● Ecografía ● Exploración (gammagrafía) de la tiroides ● Prueba de absorción de yodo radiactivo
Puedes revisar nuestro artículo sobre algunas de estas pruebas para saber en qué consisten y saber cuál se acomoda más a tu caso.
¿Existe alguna forma de cuidar la tiroides? Una de las principales formas de cuidar esta glándula sumamente importante es llevar una alimentación adecuada y tener buenos niveles de yodo en el sistema. Así mismo, es importante reconocer síntomas que puedan determinar cualquier problema, sin dejarse llevar por el miedo, y realizar exámenes de rutina con un doctor para verificar el estado de la misma.
Según la Asociación Americana de la Tiroides el Hipotiroidismo significa que la glándula tiroides no puede producir suficiente hormona tiroidea para mantener el cuerpo funcionando normalmente.
La hormona estimulante de la tiroides también llamada TSH, hace que la tiroides produzca y libere tiroxina (T4) y triyodotironina (T3), esenciales para mantener el metabolismo de su cuerpo, es decir la velocidad a la que su cuerpo transforma los alimentos que ingiere en energía y la utiliza, también mantiene su corazón y funciones digestivas, control muscular, desarrollo cerebral y mantenimiento óseo
Los síntomas de Hipotiroidismo generalmente se desarrollan lentamente y es posible que no se dé cuenta de que tiene un problema médico durante varios años.
¿Quién tiene mayor riesgo de padecer Hipotiroidismo?
Ser mujer
Mayor de 60 años
Historia familiar de enfermedad tiroidea
Enfermedad autoinmune, como Diabetes tipo 1 o enfermedad celíaca o que afecte las articulaciones como artritis reumatoide
Haber sido tratado con yodo radiactivo o medicamento antitiroideos
Haber recibido radiación en cuello o tórax superior
Tener una cirugía de tiroides (tiroidectomía parcial)
Haber tenido un bebe en los últimos 6 meses
Síndrome de Turner
Qué síntomas incluyen:
Cansancio
Fatiga
Cara hinchada
Niveles elevados de colesterol en sangre
Sensibilidad al frío
Aumento de peso
estreñimiento
Depresión
Movimientos lentos y pensamientos
Dolores musculares y debilidad
Calambres musculares
Piel seca y escamosa
Glándula tiroides agrandada (bocio)
Cabello y uñas quebradizas
Pérdida de la libido (deseo sexual)
Dolor, entumecimiento y sensación de hormigueo en la mano y los dedos (síndrome del túnel carpiano)
Periodos menstruales irregulares o periodos abundantes
¿Cómo se diagnostica el hipotiroidismo?
Para el diagnóstico de esta enfermedad el médico realizará un examen físico para buscar cambios que indiquen alteraciones en la glándula tiroides, tales como piel seca, hinchazón, reflejos musculares más lentos y un ritmo cardíaco más lento.
¿Qué examen debo realizarme para saber si tengo hipotiroidismo?
Se realizan exámenes de sangre, en donde encontramos dos tipos de prueba: Prueba de TSH Y prueba de T4. Los cambios en la TSH (Hormona estimulante de la tiroides) pueden servir como un “sistema de alerta temprana”, que a menudo ocurren antes de que el nivel real de hormonas tiroideas en el cuerpo sea demasiado alto o bajo.
¿Qué tipo de hipotiroidismo existe?
Existen dos tipos de hipotiroidismo: hipotiroidismo primario e hipotiroidismo secundario. La prueba de TSH sirve también para poder diferenciar estos dos tipos. Si los niveles de TSH están elevados y los niveles de T4 reducidos indica hipotiroidismo primario y cuando ambos niveles están disminuidos hablamos de hipotiroidismo secundario.
Cada tipo de hipotiroidismo tiene un manejo diferente, por lo cual es de vital importancia diferenciarlos.
Después de la pandemia del coronavirus, entendimos que no todas las personas responden igual a una infección.
Mientras algunos no parecen siquiera enfermos, otros pueden complicarse de manera grave.
Algo similar ocurre con las infecciones urinarias.
A pesar de que, en mujeres en edad fértil, la cistitis es una infección muy común y que rara vez se complica, hay otros grupos de personas en las que una infección urinaria puede tener serias consecuencias.
En estos casos, la consulta temprana es vital y puede evitar hospitalizaciones y muertes.
¿Qué es una infección urinaria?
Es una enfermedad producida cuando las bacterias de la piel, el colon o los alrededores de las vías urinarias entran en la orina y se multiplican.
Es más común en mujeres porque el conducto de salida de la orina desde la vejiga (uretra) es muy corto y se encuentra muy cerca de la vagina y el ano.
Así, fácilmente la orina se expone a las bacterias del flujo vaginal o de la materia fecal.
En épocas de cambios hormonales como la menopausia o el embarazo, la vía urinaria cambia y es más fácil tener infecciones.
Las infecciones urinarias bajas (en vejiga y uretra) son mucho más frecuentes que las altas (afectan los riñones).
¿Cómo se diagnostica una infección urinaria?
Se sospecha una cistitis en cualquier persona con sensación de ardor o quemazón al orinar, dolor abdominal bajo, orina con sangre, ganas de orinar con frecuencia y poca cantidad cada vez.
En personas de bajo riesgo, se puede tratar la infección sin necesidad de tomar exámenes.
Si hay dolor en la parte baja de la espalda, fiebre, vómito o signos de enfermedad grave, se sospecha una infección del riñón y los exámenes y tratamientos se harán de manera prioritaria en un hospital.
El examen más común que se solicita es el de orina simple (parcial de orina o uroanálisis) que puede mostrar signos de la infección y otras alteraciones.
La confirmación de una infección urinaria siempre se hace con un urocultivo, aunque este es un examen que no se hace de rutina, sino por lo general en infecciones urinarias más complicadas o como seguimiento para confirmar que el tratamiento antibiótico tuvo éxito.
En el urocultivo se determina exactamente cuál es la bacteria causante de la infección y cuáles antibióticos sirven para eliminarla.
Para que los exámenes sean confiables es muy importante tomarlos adecuadamente.
Es fundamental el aseo genital con agua, orinar primero en el inodoro un poco y luego sí recoger la muestra en el recipiente estéril destinado para ello sin tocar con los dedos ni el interior ni el borde porque las bacterias de las manos pueden contaminar la muestra de orina.
¿Cuándo preocuparse por una infección urinaria?
Los grupos de especial cuidado al hablar de infecciones de las vías urinarias son:
Niños
Mujeres embarazadas
Hombres
Personas con demencia
Cualquier persona con infecciones urinarias que repiten
Infecciones urinarias en niños
Es muy probable que un bebé de menos de seis meses con infección urinaria tenga que ser tratado en el hospital.
Los menores de dos meses con seguridad lo necesitarán porque presentan un alto riesgo de presentar infecciones del riñón y graves complicaciones.
Es una infección difícil de diagnosticar porque a veces solo es un bebé que llora mucho y tiene fiebre sin problemas muy obvios en la orina.
Por esto, puede ser tratada como otra infección, respiratoria por ejemplo, y no dársele la importancia suficiente.
Siempre se debe hacer diagnóstico y seguimiento con urocultivos en niños pequeños y hacer toma de ecografía de vías urinarias y tal vez otros exámenes para descartar malformaciones del riñón o una enfermedad llamada reflujo vesicoureteral (la orina se devuelve desde la vejiga hacia arriba) que serían la causa de la infección.
Infecciones urinarias en el embarazo
En el embarazo, las infecciones urinarias son peligrosas porque aumentan el riesgo de hospitalizaciones por pielonefritis (infección del riñón), parto prematuro, bajo peso del recién nacido y ruptura prematura de membranas (las membranas que protegen al bebé se rompen antes del parto aumentando el riesgo de infecciones).
Todo esto conlleva el problema adicional de aumentar las hospitalizaciones y el riesgo de muerte tanto de la madre como del bebé.
Por eso, en embarazadas se solicitan los exámenes de orina (uroanálisis y urocultivos) en varias oportunidades, sobre todo en los primeros tres o cuatro meses y cerca del parto.
Un examen de orina con signos de infección, incluso si la mujer no presenta ningún síntoma, se trata como una infección en el embarazo.
Infecciones urinarias en hombres
En los hombres es más difícil que se presente una infección urinaria porque la uretra es más larga y es menos probable que las bacterias lleguen a la orina.
Por eso, además del tratamiento rápido para impedir la progresión de la infección hacia el riñón, es importante averiguar si existe una posible obstrucción del flujo normal de orina en especial si se presenta dolor abdominal bajo.
Las causas más frecuentes de esta obstrucción son el aumento de tamaño de la próstata, la estrechez uretral (por infecciones de transmisión sexual previas o uso de sondas para extraer la orina, por ejemplo), cálculos urinarios.
También se deben descartar enfermedades que disminuyan las defensas naturales del cuerpo como la diabetes, por ejemplo.
Infecciones urinarias y demencia
La demencia más conocida es la de Alzheimer, pero existen muchas otras condiciones similares en las cuales la persona presenta pérdidas importantes de memoria, desorientación y otras formas de deterioro mental.
En estos casos, es difícil el diagnóstico de infección urinaria porque el paciente no está consciente de lo que es normal o no y puede fácilmente pasar por alto los síntomas.
Además, como la mayoría de personas con demencia son ancianos, por lo general las defensas del cuerpo están disminuidas y es raro que se presenten signos claros de infección como la fiebre.
A veces, la única manera de sospechar que una persona con demencia tiene una infección urinaria es porque su estado mental se altera: se agitan más, tienen alucinaciones y, en general, empeoran de repente.
Infecciones urinarias recurrentes
En todos estos grupos suele haber infecciones urinarias a repetición porque hay factores de riesgo asociados.
Es clave hacer seguimiento con uroanálisis y urocultivos constantes para evitar que los riñones sufran proporcionando el tratamiento antibiótico acertado y completo a tiempo, si es necesario por tiempo prolongado.
En mujeres sin estos factores de riesgo, a veces se presentan infecciones urinarias recurrentes que deberían tener seguimiento por un urólogo para descartar complicaciones de salud nuevas.
El objetivo en todos los casos es curar la infección e impedir el daño del riñón.
Muchas veces nos preocupa la grasa en el abdomen por motivos estéticos. Por vergüenza de tener ‘panza’.
Sin embargo, es un asunto mucho más serio de lo que te imaginas.
La grasa que se acumula en el abdomen produce sustancias en el organismo y genera reacciones que nos pueden enfermar.
De hecho, se calcula que una de cada cuatro personas en el mundo tiene problemas de salud relacionados con estas acumulaciones de grasa.
El conjunto de estas alteraciones se llama Síndrome Metabólico y, aunque no es algo fácil de lograr, necesitamos controlarlo lo más que podamos.
¿Por qué la grasa del abdomen se vuelve un problema?
Muchas de las comidas que ingerimos tienen grasas que se absorben a la sangre y se acumulan en el cuerpo de maneras diferentes.
Una manera es la llamada grasa subcutánea, que significa que está debajo de la piel. Esta grasa no tiene mayor problema ni genera enfermedades.
La otra manera en que se acumulan estas grasas es dentro de la llamada grasa visceral. Esa es la problemática porque altera todo el funcionamiento del cuerpo.
La grasa visceral se acumula en varias partes, pero la más evidente es en la zona abdominal.
Produce la llamada obesidad ‘androide’, ‘central’ o ‘en forma de manzana’ para diferenciarla de la grasa subcutánea que, por ir a las caderas principalmente, se ha llamado ‘en forma de pera’.
Por múltiples y complicadas razones, cuando el cuerpo humano acumula grasa visceral en exceso, presenta problemas para que la insulina natural del cuerpo actúe y se produce la llamada resistencia a la insulina y, finalmente, el Síndrome Metabólico.
La resistencia a la insulina aumenta el azúcar en la sangre, hace que los triglicéridos se acumulen y acaben disminuyendo el ‘colesterol bueno’ y aumenta la presión arterial porque altera el riñón, entre otras cosas.
Desde épocas muy antiguas, los libros y tratados de medicina han asociado la obesidad con ciertas enfermedades. La diabetes y los infartos cardiacos son los primeros en esta lista.
También los médicos notaron desde hace mucho que las personas con obesidad, especialmente con aumento de grasa abdominal, presentaban más posibilidad de tener elevaciones de la presión arterial o hipertensión arterial.
En nuestros tiempos modernos, se vio que, además de todas estas alteraciones, también se evidenciaban anormalidades en los análisis de sangre.
Las grasas en la sangre se alteran y lo puedes ver en el perfil lipídico: Colesterol total, colesterol LDL, colesterol HDL y Triglicéridos.
Poco a poco se trató de reunir todas estas anormalidades en un solo grupo para decidir cómo evitar complicaciones (diabetes, infartos cardiacos, trombosis cerebrales) y, por fin, a fines del siglo XX se estableció cómo hacer el diagnóstico del Síndrome Metabólico.
¿Cómo saber si tengo síndrome Metabólico?
El Síndrome Metabólico tiene cinco componentes. Si presentas tres o más al tiempo en cualquier momento de la vida, lo tienes. Estos son:
Aumento del perímetro de la cintura: El médico o la enfermera miden la circunferencia del abdomen y da una cifra. Se ha establecido que es diferente para diferentes zonas geográficas y también cambia en hombres y en mujeres.
La definición de perímetro abdominal aumentado para los adultos nacidos en Centroamérica y Suramérica es máximo de 94 cm para varones y de 80 cm para mujeres.
Aumento de los Triglicéridos en la sangre: más de 150 mg%
Disminución del colesterol HDL en la sangre o “colesterol bueno” porque no se acumula en las arterias: Menos de 40 mg%
Aumento de la presión arterial:
Presión sistólica mayor de 130 mm Hg
Presión diastólica mayor de 85 mm Hg
Aumento de la glucosa en ayunas (azúcar en la sangre): Más de 100 mg%
Si solo aparecen algunos de estos indicadores también debes tener tratamiento porque cada uno representa un riesgo para la salud.
Además, hay condiciones en las que se piensa que es más posible desarrollar Síndrome Metabólico porque se presentan muchas veces juntos. Así que cuídate si tienes:
Hígado graso no alcohólico: aparece en una ecografía o ultrasonido de abdomen.
Elevación del ácido úrico en sangre o gota.
Síndrome de ovario poliquístico: se presenta por lo general con alteraciones en la menstruación y obesidad.
Apnea obstructiva del sueño: Ronquidos nocturnos y periodos de falta de respiración al dormir.
Y entonces, ¿qué puedo hacer ante el Síndrome Metabólico?
Debes implementar cambios en tu manera de pensar, actuar, comer y ver la vida para que tú y tus hijos enfrenten esta epidemia.
Cada vez hay más niños y adolescentes que presentan alteraciones del azúcar y los triglicéridos relacionadas con esta enfermedad que se supone que se debería presentar solo en adultos.
Así que hay que disminuir la grasa visceral con estos cambios:
La dieta es básica, todos lo sabemos.
Se debe hacer una dieta abundante en frutas, verduras, cereales integrales, carnes magras, en especial aves y pescado.
La manera de comer sano debe ser una convicción, no una dieta pasajera o una moda mientras bajamos de peso para las vacaciones.
Esta es la única manera de disminuir la grasa visceral.
El ejercicio, por supuesto es fundamental.
El sedentarismo es un mal mundial. Se ha visto que usar la computadora más de cuatro horas al día aumenta el riesgo de Síndrome Metabólico.
Si hay obesidad o sobrepeso se debería perder por lo menos del 5 a 10% de peso a un ritmo lento de más o menos una libra por semana, pero sosteniéndolo por un largo tiempo.
El ejercicio se debe hacer aumentándolo poco a poco hasta llegar a 60 a 90 minutos diarios para realmente bajar de peso.
Sin embargo, treinta minutos al día de una actividad moderada también sirven: por ejemplo, caminar, hacer las labores de la casa, jugar con los niños o las mascotas, hacer trabajos de jardinería.
No desanimarse
Después de perdido el peso vuelve a recuperarse casi tan rápido como se perdió, así que es necesario no perder el ánimo:
Rodearse de personas que deseen un cambio para mejorar: hacer buen uso de redes sociales para aprender cada vez mejores hábitos de salud.
Adquirir conocimiento en internet como estás haciendo ahora.
Tener controles periódicos con el médico para chequear la presión arterial, el peso y el perímetro abdominal.
Toma de exámenes de laboratorio para verificar la mejoría.
Idealmente, tener controles con un especialista en nutrición.
El Síndrome Metabólico no es una sentencia de muerte si le prestamos atención y, si sigues estas recomendaciones te verás y, sobre todo, te sentirás muy bien.
El hígado es el verdadero órgano vital. Es irremplazable y, cuando falla, la vida se acaba poco a poco.
Afortunadamente, tiene una gran capacidad de curarse a sí mismo.
Los griegos antiguos lo sabían. De ahí el mito de Prometeo, castigado por Zeus a que todos los días un águila le devorara el hígado. La víscera se volvía a regenerar y el castigo seguía eternamente.
Esa capacidad de regeneración hace posible, por ejemplo, los trasplantes con donante vivo, pues el receptor sólo necesita una porción de este órgano, mientras que el donante recupera, en pocos meses, la totalidad del hígado que donó.
¿Para qué sirve el hígado?
Entre las principales funciones del hígado están:
Limpiar la sangre de medicamentos y toxinas
Producir defensas y eliminar infecciones
Producir colesterol y las proteínas que transportan las grasas en la sangre
Ayudar en la coagulación de la sangre
Almacenar el azúcar de la sangre
Procesar la hemoglobina y almacenar hierro
Producir la bilis para digerir las grasas
Convertir el amoniaco en urea
¿Cómo se puede dañar el hígado?
El hígado es un órgano que está muy conectado con la circulación de la sangre de todo el cuerpo, por lo que puede sufrir como consecuencia de muchísimas enfermedades y toxinas.
También por eso, es el primer órgano a donde hay invasión (metástasis) de cánceres en otros órganos.
La enfermedad asociada con más frecuencia al hígado es la presencia de cálculos en la vesícula biliar, una pequeña bolsa donde se digieren las grasas de los alimentos gracias a la bilis producida en el hígado.
Esta bilis contiene colesterol que, en forma de cristales, puede acumularse y formar piedras o cálculos que en cualquier momento pueden producir una obstrucción.
Si la obstrucción dura mucho tiempo, el riesgo de daño de las células del hígado es alto y se podría producir una cirrosis.
La cirrosis por alcohol y por cálculos biliares es una de las enfermedades más comunes que existen.
Las hepatitis de diversas clases y las toxinas también producen daños severos en el hígado y son bastante frecuentes.
El hígado grasono alcohólico, una condición cada vez más encontrada en ecografías abdominales en el mundo occidental se está convirtiendo en una causa importante de daño del hígado. Se relaciona con los malos hábitos alimentarios, el sobrepeso, la obesidad, la resistencia a la insulina, y con el azúcar y los triglicéridos altos en la sangre.
¿Cómo saber si mi hígado funciona bien?
Existen tres maneras básicas de vigilar la integridad y función del hígado.
Chequeo médico
Existen muchos exámenes de laboratorio que es necesario verificar cuando se sospecha un daño del hígado.
Sin embargo, toda exploración comienza en el consultorio del médico general y luego con los especialistas.
El médico indaga sobre antecedentes personales como consumo de drogas y alcohol o conductas sexuales de riesgo que puedan producir infecciones de transmisión sexual.
Los antecedentes familiares y personales de enfermedades del hígado, el colesterol y los triglicéridos, diabetes, cáncer, también ayudan a detectar problemas a tiempo.
Tanto el sobrepeso y la obesidad como la pérdida repentina de peso se deben tener en cuenta.
Los síntomas como color amarillo en piel y ojos (ictericia), orina oscura, materia fecal de color blanco, dolor en el lado superior derecho del abdomen, abdomen inflamado, picor en la piel, entre otros, se relacionan con diferentes enfermedades hepáticas.
También el médico, durante la palpación del abdomen, puede notar anomalías. Las principales son dolor, hígado muy aumentado de tamaño (signo de congestión del hígado) o hígado pequeño y duro (signo de cirrosis), líquido en el abdomen (ascitis).
Ecografía abdominal y de vías biliares
El examen de ultrasonido abdominal permite evidenciar problemas antes de que se presenten síntomas graves.
En una ecografía, se puede detectar la presencia de cálculos y la probabilidad de que estén produciendo una obstrucción dependiendo de dónde estén ubicados.
Se pueden ver cambios estructurales del hígado como aumento de tamaño cuando está congestionado o disminución de tamaño cuando hay una cirrosis.
El ultrasonido también es útil para evidenciar el hígado graso alcohólico y no alcohólico.
También se pueden detectar tumores o masas.
Exámenes de laboratorio
Hay algunos exámenes de laboratorio que también se pueden alterar en otras enfermedades, pero que pueden dar una señal indirecta de un fallo en el hígado como:
Prueba de coagulación: Tiempo de protrombina (TP)
Albúmina y Proteínas totales en la sangre
Glucosa en sangre
Hemograma o cuadro hemático
Pruebas de función del riñón: Creatinina en sangre y examen general de orina (uroanálisis o parcial de orina)
Calcio en la sangre
Colesterol y triglicéridos
Por otro lado, hay pruebas más específicas que miden las funciones del hígado y pueden orientar al sitio del daño:
Si además se sospecha una causa muy específica del daño hepático, en especial una hepatitis viral, se solicitarán exámenes que detectan la presencia de estos virus como anticuerpos y antígenos específicos para cada enfermedad.
Después, el especialista decidirá si se necesitan exploraciones más complejas.
Todas estos análisis son el primer paso para detectar enfermedades en el hígado sin el cual, recuérdalo, no puedes vivir.
Para entender bien de qué trata, primero hablaremos que son los triglicéridos.
Los triglicéridos son un tipo de grasa (lípido) que se encuentra en la sangre.
Cuando comes, tu cuerpo convierte las calorías que no necesita usar de inmediato en triglicéridos. Los triglicéridos se almacenan en las células grasas. Más tarde, las hormonas liberan triglicéridos para obtener energía entre comidas.
Si ingieres regularmente más calorías de las que quemas, particularmente de alimentos ricos en carbohidratos, es posible que tengas triglicéridos altos (hipertrigliceridemia). Y esto puede aumentar su riesgo de sufrir un ataque al corazón o un derrame cerebral.
Según las guías de la Asociación Americana de Cardiología del año 2018 clasifica los triglicéridos en ayunas de menos de 150 mg/dL (1,7 mmol/L) como deseables. Hipertrigliceridemia moderada como 150-499 mg/dL y la Hipertrigliceridemia grave como 500 mg/dL o más
Según la Asociación Nacional de Lípidos aconseja lo siguiente para reducir tus triglicéridos:
Limite los alimentos ricos en almidón
Como panes blancos, cereales, maíz, galletas saladas, pasta, patatas y arroz blanco. Cuando elegir alimentos ricos en almidón, mantener las porciones pequeñas. En lugar de blanco, elija Panes 100% integrales, cereales, galletas, pasta y arroz integral. Avena y frijoles y guisantes secos también son excelentes opciones.
Evite el alcohol o consuma pequeñas cantidades
El alcohol puede aumentar sus TG, especialmente el consumo excesivo de alcohol con un alto contenido de grasa en la comida. El tipo de alcohol no parece importar: las cervezas y los vinos tienen el mismo efecto sobre el aumento de los niveles de triglicéridos. Evitar el alcohol por completo durante un mes puede resultar en una reducción significativa en los niveles de triglicéridos.
Limite los alimentos con alto contenido de azúcar
Trate de limitar los alimentos con alto contenido de azúcar natural y añadida. La Asociación Nacional de Lípidos apoya la guía de la American Heart Association (AHA) para limitar azúcar agregada a no más de 6 cucharaditas para mujeres y 9 cucharaditas para hombres cada día.
Incluya grasas saludables en las comidas
Come alimentos con grasas saludables. Elige pequeñas cantidades de aceite vegetal (canola, maíz, oliva, cártamo o soja) dentro de tus calorías diarias totales, elija sin sal, nueces, semillas, mantequillas de nueces o aguacate en comidas y meriendas. Comer menos alimentos con grasas no saludables como carnes grasosas, y postres y productos lácteos ricos en grasas
Apunta a un peso saludable
Si tiene sobrepeso, coma menos porciones de alimentos ricos en calorías y más grandes porciones de verduras y otros alimentos bajos en calorías. Intenta inicialmente perder entre el 5 y el 10 % de su peso corporal, esto puede conducir a una reducción significativa de los niveles de triglicéridos.
Haga que el ejercicio sea parte de su día
Obtenga al menos 30 minutos de intensidad moderada al hacer ejercicio la mayoría de los días, o al menos 150 minutos de ejercicio cada semana. Para reducir mejor sus TG y para pérdida de peso, trabaje hacia 200 a 300 minutos de ejercicio de intensidad moderada cada semana
¿Qué examen debo realizarme para saber si tengo triglicéridos altos?
Si quieres saber si sus niveles de triglicéridos se encuentran altos es decir si tiene hipertrigliceridemia puede realizarse la prueba de triglicéridos, esta ayuda a medir los niveles de triglicéridos en sangre. Ayudará a su médico a determinar su riesgo de desarrollar una enfermedad cardíaca, a estimar el nivel de colesterol LDL en la sangre. Puede mostrar si tiene inflamación en el páncreas y si está en riesgo de desarrollar aterosclerosis. La aterosclerosis ocurre cuando la grasa se acumula dentro de las arterias. Puede aumentar su riesgo de sufrir un ataque al corazón o un derrame cerebral
El páncreas es un órgano misterioso ubicado detrás del estómago y el intestino, cerca del hígado.
Como todo buen trabajador, actúa en silencio y eficientemente, y solo lo notas cuando está muy dañado.
Produce enzimas que se unen con los jugos gástricos del hígado y el intestino para que ocurra la digestión de los alimentos. Esto lo hacen sus células alfa.
Las células beta, en pequeñas islas dentro del órgano, curiosamente, hacen algo totalmente diferente: producen hormonas. Una de ellas, el glucagón, es una de las llamadas hormonas del estrés. La otra, más famosa, es la insulina.
Función de la insulina
La insulina se produce cuando el azúcar (glucosa) de los alimentos se absorbe a la sangre. Su objetivo es hacer que este azúcar entre en las células, especialmente en el músculo, y produzca energía.
Pero muchas veces esta orden no es respondida. Esto se llama resistencia a la insulina.
La insulina entonces aumenta y aumenta, pero el azúcar se queda en la sangre, se acumula y empieza a ser dañino. Se produce una prediabetes y luego una diabetes tipo 2, cada vez más común, ya no solo en adultos, sino en niños y adolescentes.
Más azúcar en la sangre fuerza al páncreas a trabajar cada vez más, hasta que, poco a poco, deja de producir suficiente insulina. Entonces, seguramente tendrás que inyectarte la insulina faltante.
Pero siempre se puede prevenir o revertir este proceso y hacer que la insulina natural trabaje a su máxima capacidad.
Las siguientes recomendaciones sirven para dos cosas:
Para que tu páncreas no se dañe o para que se repare en alguna medida este daño.
Para que tu cuerpo no haga resistencia a la insulina y esta hormona funcione al máximo.
Consejo No. 1: Come de manera saludable
El objetivo al comer debe ser no aumentar súbitamente el azúcar en la sangre y así evitar el desperdicio de la insulina natural.
Para esto, se recomienda no hacer grandes comidas, sino comer menos, pero de cuatro a seis veces al día. Esto regula la producción de insulina y el nivel de azúcar en la sangre.
Además, debes encontrar el tiempo y el lugar para comer con calma y para masticar adecuadamente los alimentos.
Es útil consumir:
Fibra soluble: ayuda además a reducir el colesterol en la sangre. Está especialmente en la avena, las legumbres, la linaza, la cebada, las coles de Bruselas y frutas como las manzanas y las naranjas.
Vegetales de diferentes colores: proporcionan nutrientes y antioxidantes que impiden la acción de los radicales libres (sustancias que inflaman y dañan los órganos).
Carbohidratos (harinas y azúcares) que produzcan baja liberación de azúcar a la sangre y le dejen tiempo a la insulina para actuar. Se llaman carbohidratos de bajo índice glicémico y algunos de ellos son: las batatas, el arroz integral, la quinua, la avena.
Otras sustancias que disminuyen la resistencia a la insulina: el fenogreco, la cúrcuma, el jengibre, el ajo, la canela, el té verde, el vinagre de sidra de manzana.
Consejo No. 2: No comas cosas perjudiciales
Aunque es difícil, porque casi todos los productos comerciales actuales (bebidas azucaradas, productos de galletería y pastelería, helados, etc.) los contienen en alguna medida, deberíamos evitar:
Los azúcares añadidos como la sacarosa o azúcar de mesa y el jarabe de maíz. Son altamente procesados y contienen gran cantidad de fructosa. Elevan mucho y rápidamente el azúcar en la sangre con las complicaciones que ya hemos comentado.
Las grasas artificiales, conocidas como grasas trans aumentan el peso corporal, lo cual empeora la resistencia a la insulina y, además, aumentan el colesterol.
El alcohol: aumenta el peso por el exceso de calorías que tiene, empeora la resistencia a la insulina y puede producir cambios muy bruscos de azúcar, sobre todo en diabéticos que toman medicamentos.
Consejo No. 3: No fumes
El cigarrillo produce sustancias tóxicas para todos los órganos, incluyendo el páncreas.
Aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular y cáncer, y empeora el estrés general del cuerpo y su capacidad de curarse a sí mismo.
Consejo No. 4: Descansa
Es necesario dormir por lo menos siete horas al día y que eso se manifieste en una sensación real de descanso.
Se debe detectar el estrés crónico y actuar contra él. Las hormonas del estrés empeoran la resistencia a la insulina.
Consejo No. 5: Haz ejercicio
Se recomienda realizar por lo menos 150 minutos de ejercicio aeróbico a la semana: caminar, nadar, practicar un deporte.
Sería ideal tener un programa de ejercicios aeróbicos y de resistencia combinados pautados con un médico y un entrenador.
El ejercicio ayuda a bajar de peso, disminuye el estrés y ayuda a que el azúcar sea utilizado en los músculos, lo cual mejora los niveles de glucosa y disminuye la resistencia a la insulina.
Consejo No. 6: Pon atención a los cambios de tu cuerpo
Si hay sobrepeso u obesidad, en especial si la grasa se acumula en la región del abdomen, habrá mayor resistencia a la insulina, además del riesgo agregado para el corazón y otros órganos.
El aumento de la presión arterial debe alertarnos al riesgo de sufrir de otras enfermedades.
Si los niveles de glucosa ya son muy altos, el cuerpo lo manifestará: tendrás mucha sed, muchas ganas de orinar, en especial en las noches, mucha hambre y más agotamiento físico y mental.
Consejo No. 7: Pon atención a tus exámenes de laboratorio
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Si hay sobrepeso y obesidad o tienes antecedentes familiares de diabetes, independientemente de la edad, deberías tomar cada año por lo menos:
Examen de azúcar en la sangre (glucosa en ayunas)
Perfil lipídico: colesterol total, HDL y LDL y triglicéridos
Si la glicemia en ayunas está aumentada se hacen otros laboratorios para verificar si hay diabetes:
Prueba de tolerancia oral a la glucosa: dos exámenes de sangre con dos horas de diferencia para determinar de nuevo la glucosa, primero en ayunas y luego de consumir una cantidad de azúcar determinada.
Hemoglobina glicosilada o Hemoglobina glicada o HbA1c: Da el promedio de la cantidad de azúcar en la sangre en los últimos tres meses.
Si se diagnostica prediabetes o diabetes, te solicitarán otros exámenes para determinar la función del riñón y la presencia de azúcar en la orina como la creatinina y el uroanálisis o parcial de orina.
En ocasiones, se necesitarán exámenes algo menos comunes como la curva de insulina en tres horas que se compara con los exámenes de glucosa para decidir el tratamiento en ciertos pacientes con hipoglicemia (bajo azúcar) o diabetes de difícil manejo.
La importancia de todos estos exámenes radica en las acciones que se tomen para mejorar; no son solo un número.
Una vez que se tomen acciones prácticas, sea en cambios del estilo de vida como los mencionados o con la toma de medicamentos cuando sea necesario, se debe hacer seguimiento con más exámenes para verificar que el cuerpo está respondiendo y tu insulina natural está trabajando.